
- 9 de NOVIEMBRE
- 10:00
- Santa Ana Antzokia – OÑATI
Juan José Álvarez Rubio. Licenciado (1987) y Doctor (1993) en Derecho por la UPV/EHU, en ambas ocasiones con Premio Extraordinario. Miembro de Jakiunde, recibió el Premio Eusko–ikaskuntza-Laboral Kutxa de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales del año 2015. Catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV/EHU desde 2001, y profesor visitante en numerosas Universidades y centros de investigación nacionales y europeos. Cofundador y Secretario de GLOBERNANCE (Instituto para la Gobernanza Democrática).
Fue Secretario General del Consejo Vasco del Movimiento Europeo (EUROBASK/CVME) (Mayo de 2003-2012) y designado y actualmente continua ejerciendo su función como experto por la COMISIÓN EUROPEA (Dirección General de Justicia, Libertad y Seguridad), con fecha 17 de diciembre de 2007, para las áreas de Justicia Civil, fronteras, protección de datos personales y ámbitos de seguridad.
Sus líneas de investigación se centran en el Derecho de migraciones y Derecho internacional Privado, Derecho Marítimo, Derecho del comercio internacional y DDHH, Derecho europeo y ámbitos vinculados a los conflictos internos. Autor de siete monografías, coautor de 68 libros científicos, más de cincuenta artículos en revistas especialidades y contribuciones en más de 150 congresos nacionales internacionales. Cuenta con cinco sexenios reconocidos por la CNEI.
Profesionalmente desarrolla labor como abogado y consultor empresarial en áreas de Compliance y de contratación internacional, y es miembro del patronato de la fundación UNED Bergara, de la fundación Eguia-Careaga (SIIS) y de la fundación MATIA.
Ostenta igualmente la condición de Consejero independiente del Consejo Rector de la entidad bancaria LABORAL KUTXA desde abril de 2022.
Resumen de la conferencia:
A) ACTUALIDAD GEOPOLÍTICA:
Cómo gestionar la crisis derivada de la guerra en Ucrania y al mismo tiempo construir el futuro?; ¿Cómo será el mundo del mañana?; ¿Cómo fijar unas líneas de reflexión estratégica que dibujen, a modo de brújula social, qué camino seguir?; no conocemos el futuro, solo sabemos que no se parecerá al presente.
La inédita situación que vivimos abre numerosas incertezas e incertidumbres con enorme repercusión. Vivimos en un entorno inestable, de incertidumbre permanente y donde el ejercicio de prospección necesario para fijar estrategias sociales, institucionales o empresariales es cada más complejo e imprescindible.
Uno de los principales problemas al que nos enfrentamos es la ausencia de un liderazgo mundial compartido. Esta tendencia se agudiza en la dimensión geopolítica global por el hecho de que el mundo vive momentos de gran debilidad institucional. Las instituciones que refundaron las relaciones internacionales en 1945, hace ya 75 años, experimentan un serio declive en su “auctoritas” mundial lo cual les impide abanderar ese necesario liderazgo supranacional.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia supone, entre otras derivadas, que la difusa amenaza externa a las democracias liberales se convierte en agresión real. Ello nos retrotrae en Europa a un pasado de pesadilla que creíamos ya superado. Vivimos tiempos bélicos que creíamos impensable en suelo europeo; ello nos retrotrae a la dinámica de violación de fronteras que, con el desgraciado paréntesis de la guerra en los Balcanes tras la desaparición de Yugoslavia, no conocíamos desde 1945, concretado en la guerra, en el recurso a la dominación militar como estrategia geopolítica frente a la idea europea de colaboración mutua de unión entre los países a través de la UE.
Vivimos en una época de transformación radical de nuestros marcos de referencia. Asumir la interdependencia entre los diferentes poderes políticos, la soberanía compartida entre los mismos y los retos de las democracias en un mundo globalizado en el que los Estados se muestran impotentes para asumir por sí solos las respuestas a toda esa complejidad sobrevenida.
B) DEPORTE:
El deporte y la actividad física constituyen un fenómeno social de interés público. Pocas estructuras colectivas (la política parece tristemente haber declinado desempeñar este papel vertebrador) tienen hoy día tal capacidad transformadora de nuestras sociedades, y por ello hay que valorar la trascendencia que tiene el desarrollo del deporte y su influencia a nivel social y ético.
Resulta ya una obviedad subrayar que el deporte se configura, tal y como los sociólogos lo califican, como un “hecho social total”. Se sitúa en el vértice de cuestiones troncales de nuestro posmoderno tiempo social, al aglutinar elementos identitarios y de condición social, entre otros. Por ello, merece la pena analizar el papel que puede desempeñar el deporte en la respuesta a algunos de los retos que tiene planteados la sociedad en tres ámbitos específicos: en primer lugar, el análisis de la relación entre identidad y deporte desde la perspectiva de los procesos de construcción de las identidades, tanto a escala local como nacional y supranacional.
En segundo lugar, su capacidad tractora para poder corregir el aumento de las desigualdades y la consiguiente necesidad de poner en marcha procesos de integración de grupos de población en situación de vulnerabilidad social.
Y en tercer lugar, el proceso de envejecimiento demográfico y en la persistencia de unas bajas tasas de actividad deportiva tanto entre población joven como adulta, aspectos ambos sobre los que ha alertado la Comisión Europea en los últimos años, que hacen necesaria la elaboración de programas de promoción deportiva que consigan llegar a un mayor número de personas.
La implantación de los principios y prácticas de buen gobierno debe constituir un objetivo estratégico del máximo nivel y un requisito ineludible para el reconocimiento de cualquier proyecto deportivo que aspire a la excelencia y a la creación de valor de forma permanente. El “buen gobierno deportivo” debe reflejar una responsabilidad en las entidades deportivas frente a sus afiliados, frente al deporte y, especialmente, frente a la sociedad.
La tarea de la implantación de los elementos del buen gobierno no culmina con la simple aprobación de un código ético por cada entidad deportiva. Dicha labor debe ser permanente y tener un fiel reflejo tanto en la normativa interna de cada asociación como en la práctica diaria de la misma.
La práctica deportiva más o menos organizada en el tiempo de ocio permite la transmisión y difusión de valores, entre otros, como la solidaridad, la responsabilidad, la deportividad o el compañerismo, e incluso facilita la integración: personas con minusvalías, o personas procedentes de otras culturas pueden encontrar en el deporte un modo de inclusión en la sociedad en la que se encuentran.
El deporte y los eventos deportivos a todos los niveles constituyen un escaparate comunicativo excelente que debe ser aprovechado para transmitir comportamientos solidarios y cooperativos, campañas anti-violencia, e incluso programas que potencien la equidad de género, el voluntariado y la igualdad.
La influencia geopolítica del deporte como hecho social total o integral y su fuerza transformadora abre otra vía de reflexión que merece ser atendida, sin duda; la paradiplomacia construida en torno a la industria del deporte ocupa una emergente dimensión de soft power en el nivel internacional.